La espera

No pasa un solo segundo en que no deje de esperar a que las nubes negras que invaden el cielo se marchen. Presidiario de la memoria,  lloran las dobladuras del alma, y no hay saltimbanquis, arlequines o espectadores que den consuelo a la zozobra de ese su revuelto mar.

Falta el encanto en esa realidad cuadro, y en lo que perciben sus sentidos. Y es que ni el estudio, ni la lección son lo mismo que antes..  ni su vida, y el mismo momento ya es otra cosa. Los recónditos sitios que conoció en ese otro astro no pertenecen a este mundo donde creí  estaban situados, solo una delgada cubierta eran de las impresiones que formaban su vida de entonces. Y como bien leí alguna vez que el recordar una imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y  los paseos  de madera que pinté, y  las líneas de vidas desgraciadamente son tan sigilosos como los años.

De cara a esto descubro que no eran sombras lo que veía, que ternura la mía!, y quedo perpleja  de ver el espíritu abatido, que sigue en espera y descubro que bien es verdad que soy un cerro que observa, el público de esta gran obra y no hay nada que yo pueda hacer más que seguir también en esta demora, abrazando que en algo ayuda. Dejando que el tiempo acomode la brisa en el verde prado que hoy huele a humedad, como lo fue en mi, mi Galiza.