Las hojas muertas.

Han caído las hojas después de primavera, cosa rara…  y como en otoño han muerto al igual que las flores regadas en el piso.  Recientemente los días, al igual que el tiempo deambulan libres entre estación y estación, como el par de caracoles que van a un entierro en otoño y llegan en primavera. Así los días por este rincón de días húmedos y soleados. De repente recuerdo días felices mientras vivo hoy nuevos y el sol sigue brillando.

Hay hojas muertas que he recogido con el rastrillo, penas y dolores también, y el viento que es amigo mío las ha filtrado dejando los fragmentos de oro que cargaban las hojas, y las ha llevado a guardar en un cajoncito que tengo en el mar y que de vez en vez busco con todo y su música solo para deleitarme, no en busca del tiempo perdido, ni saciarme en el dolor… solo por gusto, como busco mi chacona orquestada de Buxtehude.

El mar no es capaz de borrar las playas de la memoria, lo que vivimos queda siempre ahí, como lo que construimos ahora quedara mañana guardadito en un cajón, en el cajón más profundo de nuestros corazones.

Hoy siento al mío, silencioso, fiel, sonriente agradece a la vida, con lo que ha amado, ama y amará, pues así es esto de vivir, de días que brillan más que otros y nuevos que van a brillar. Las canciones, los aromas, las palabras, los abrazos guardados y los que hay por guardar siempre los recordaré, están muy presentes en mi piel, para que lo que me han aportado pueda bajarlos a mensajes que siga yo regando en botellas verdes y lanzarlos al mar...

hoy es así, las hojas muertas quedan en mi para seguir construyendo y sembrando vida.