amanecer con Valkirias, tardes soleadas

Muy temprano al dormir las estrellas en la tierna mañana recibí su visita.

Eran ellas de nueva cuenta que traían ahora tanques, aviones militares cargados de misiles que desplazaban por todo el lugar. Fueron ellas quienes dejaron mi cuerpo magullado de ansiedad. 

No ha habido mayor pena o desdicha que  la ventana que me han traído hoy a través de un vino sueño pintarrajeado de emborrachado desconsuelo y tempestad. Horrible amanecer.

Mis brazos atormentados no encontraban  mi mas preciado amor, mis dos críos, mi oro, mi aire, y sin respirar caminaba esperanzada con las venas ardientes retorcidas, peor aun que la mujer agonizante del Guernica de Picasso. Después de mucho deambular en mi desaliento, encontré a una de los dos,  no puedo decir como, pero fue tal que mi alma se convirtió en polvo.

Desperté llorando y bendije el tiempo como nunca antes.

Abrí la ventana y a las Valkirias las eche de aquí.

El sol temprano me dejo entonces, no podría pues faltar en el cielo, sobretodo en estos meses y en este lugar playero, mandando un mensajero y así ofreciéndome su consuelo, invitándome a ir a dar la vuelta de copiloto, lo cual siempre me ha gustado, pues tiene vistas muy bonitas. Y la arcilla me ofreció sus montañas aguadas, y el yeso su quiebre accidental, el mensajero, que por cierto es muy mi amigo se dispuso a ir por el postre, pues que disparate lo del despertar, ya que hoy es un día especial, el aniversario del nacimiento de mi primer arlequín.

La tarde siguió su curso y de color se pinto hoy como hace tres días con la música de Paul Klee,  y las horas alegres se han vuelto, entre pastel, visitas y la sonrisa del sol, que de repente desde arriba me guiñe el ojo y me envía al mensajero a que me de un beso.