de la fantasía a la realidad.

Nuestra imaginación es infinita, podemos de una idea partir a desenmarañar y volver a enmarañar una madeja interminable  de pensamientos. Las fantasías no son sino representaciones  mentales de la realidad, tal vez en su gran mayoría no destinadas a realizarse sino solo a aderezar un tanto lo que se está viviendo, a bañar de pasión una realidad vacía, a transgredir creencias y valores, esquemas culturales, a permitirnos ser, aunque sea en un concepto guardado en las cajoneras de la mente. La fantasía mientras se mantiene guardada en su mueble cabeza no hace mas que la función de remedio o antídoto contra los dilemas existenciales, pero no combate ni resuelve, solo mantiene un estado, pues ahí vive sin requerimientos ni limitaciones.

Hay que ser cuidadoso al decidirse llevar una fantasía a la realidad, pues la realidad si exige y compromete, involucra, sonsaca, altera, cuestiona, perturba, replantea. Habrá que pensarlo bien antes de decidirse, valorar costos y beneficios, definir qué es lo que se quiere y busca, y hasta donde se puede llegar al tomar la decisión, a quienes se afecta, como responder frente a lo no previsto, tan solo para tener mayores posibilidades de que la nueva realidad construya y enriquezca.

Elegir siempre conlleva una responsabilidad, abrir la caja de Pandora o frotar la lámpara maravillosa siempre arriesga, y puede llevarnos a los peligros más truculentos si lo tomamos tan a la ligera. Soltar las riendas de la voluntariedad y decidir vivir en la realidad nos lleva si a perder el control absoluto sobre el juego de la vida, pero a ganar la floreciente y engrandecedora experiencia lejana a la virtualidad. La realidad es mucho más interesante e intensa que cualquier mente perturbada, solo pide valor y compromiso.