Penélope.

Sentía la brisa chocar con sus mejillas y empujar dulcemente su cabello mientras soplaba el viento. Escribió mil y un cartas, de esas dónde se deja descargar la pasión como una nube obteniendo solo vagas respuestas. No notó la magia de las mejillas rosadas ni el olor del perfume, pensó.. y así fue. Sin embargo, pese a los datos fehacientes que la objetividad le ponía en  los ojos, no soltaba la ilusión, eso la llevaría a la nausea que otorga la realidad cruda de su soledad, entonces se aferraba a un imposible, al castillo de los Pirineos.

En una larga guerra no está hoy Odiseo, sino haciendo dinero, y su vida. Sale con los amigos y coquetea con las ninfas, tiene un trabajo que le da para defenderse y ser tan viril como el cebú o el capacho, o por lo menos ir pasando su existencia lo mejor que se pueda, como son las cosas. 

-No viene a vernos-, ella se lamenta relamiéndose las heridas, y pese a su hartazgo no lo suelta, quiero creer que aun lo quiere... ¿Cuáles serán los sentimientos de Odiseo mientras ella teje sus pañuelos deteniendo el tiempo mientras espera las notificaciones que cada vez recibe con menor frecuencia?, ¿Cuál será la real motivación de Penélope para sopesar la larga e interminable espera de su Odiseo?

Penélope observa su vestido especial cada vez con menos entusiasmo, quizá mañana, se dice, mientras el tiempo y la distancia hacen lo suyo.

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