Pena nocturna.
Ya sé que me dirás.
Persistente cólera ante la falaz incapacidad de mis mares que
muestran lo que no son, como en un mal lenguaje, lo que no quieren, y que
acaban con bañar las playas de nubarrones amargos y desesperadas manos que no
pueden resolver lo lastimado.
Ya sé que me dirás, lo has advertido.
Entre mis huesos arde la pena y la tristeza, el llanto de mi
boca que no articula, mientras me reclaman tus labios, tu piel, tu olor, tus
ojos tiernos.
Busco tu sonrisa en medio de la bruma, pensando que quizá una
caricia o un gesto te hiciera mirarme y regalarme ese brillo que me aniquila de
dicha cada momento del día.
Ya sé que me dirás.
Que no querías esto, y me repetirás hasta el cansancio con sable
helado lo poco cuidadosa que soy, y yo no haré más que escuchar, que más puedo
decir ya, se me consumen las palabras de nerviosismo.
Y no lloraré, para qué, si tengo el rostro apagado, te
dejare reír, al caer la noche, mientras rasco en mi lo que pueda hacer hoy para
convencerte de que me muero sin tus te quieros y sin los míos en ti… hasta que
los nubarrones nos liberen.
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