De visita por el pueblo.

El regreso al pueblo no se me ha hecho indiferente, aunque si que se ha tomado en estos tres años una gama amplia de colores y sensaciones. Me pongo muy nerviosa cuando se acerca la fecha del viaje, y hay una gran parte de mi que desea no hacerlo. Y al llegar cada vez la experiencia de estar aqui se ha hecho mas cercana que cualquier pariente.


En esta ocasión, por ejemplo, la he visto como siempre, rosada y azul, llenita de gente, pero un tanto desconocida. El otro día al tratar de tomar un atajo nos perdimos, y salimos a un libramiento que en mis recuerdos era bastante distinto, lalo me decía que parecía la ciudad de México, con lo cual me sentí mas extraña. Esa sensación se repitio al ir a una inesperada exposición y ver a toda esa gente que forma parte de la comunidad cultural y social del pueblo, las señoras de labios apretados y miradas de desapruebo, los ojos evasivos, los comentarios sosos y los inesperados, los murmullos, las pocas sonrisas y hasta el cinismo de la chica de los cabellos largos y rojizos. Y me doy cuenta que todo sigue igual, pero yo ya no soy la misma, me siento fuera de lugar, fuera de esa fiesta de las marionetas de la antigua caja de muñecos.

Así que he ido aprendiendo a ver al pueblo de otra manera, ni como extranjera ni como del lugar. Guardo con cariño a mi Zacatequitas de la infancia, y en donde me enamoré y lo recuerdo al pasearpor sus calles. No me pican las espinas, mas bien ahora me calienta el penetrante sol del semidesierto mexicano y simplemente estoy aqui.

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