Del triunfo del mal...


A lo largo de nuestra historia la vida y la muerte han sido temas fundamentales en el pensamiento humano. Sabemos que nuestra existencia es efímera, somos consientes de nuestra temporalidad, lo sabemos.

Sabemos que nuestro paso en la tierra es estacional y que la vida es una flor que con el tiempo se marchita. Centenares de filósofos han indagado en cada tiempo al respecto del concepto de vida y muerte, pues parte de lo que da sentido a la vida es justamente la finitud de esta. Miles de frases de filósofos, interpretaciones de artistas, de pensadores, de científicos nos advierten que frente a esa finitud mas nos vale que valoremos lo que tenemos en el presente: la vida. Sabemos que morimos porque vivimos, por lo que la vida y la muerte deben entenderse viéndose de frente, así pueden darse valor a sí mismos. Pero hemos de añadir la carga cultural que a estos conceptos le es asignada y eso se va transformando conforme y según a nuestro contexto, lo cual condiciona también el significado, tono, y percepción de nuestra psique social, pues siempre es un evento que hace surgir preguntas sobre el ser y quehacer del hombre, cuestiona posiciones, plantea incógnitas que se despliegan en todas direcciones en el pensamiento y comportamiento humano. 

Quizá el ser humano en su condición de prevalecer es tendiente a la destrucción. No hay un solo acto humano, puesto que somos conscientes, que no sea racional, aun aquellos que efectuamos de manera instintiva o que dan rienda suelta a nuestros impulsos mas primarios. 

Y bajo este preámbulo creo que estamos en un tiempo donde los conceptos que describen los principios morales  y según entendemos  van cambiando sus significados. La cultura de consumo, ese chip en el que nos entendemos y entendemos el mundo, existimos y nos relacionamos, y nuestro ensimismamiento es quizá un común denominador de muchos de nuestros males y problemas y por el cual hemos decidido banalizar  valores como el respeto y el valor a la vida sustituyéndolos por la satisfacción momentánea  de llenar vacío, inseguridades,  ansiedades, de manifestar nuestra existencia y reafirmarse, por conveniencia. 

La presencia tan cotidiana y cercana de la muerte, no solo por la pandemia, sino mas grave por la manera tan simplona y mafiosa con el que se resuelven los problemas domésticos, pasionales, laborales, jerárquicos, como se ejerce poder y presencia  con asesinatos, desapariciones, donde el crimen cubre y rellena espacios hasta los mas diminutos en la sociedad genera una dinámica mayor de ensimismamiento frente a la vulnerabilidad y la indefensión. ¿Qué pasa en nuestra psique frente a la normalización y  banalización del mal? ¿Cuál es la consecuencia cuando la vida adquiere un valor ínfimo,  cuando caen cuerpos como moscas, cuando la violencia es moda y no sorprende, cuando la indignación y el reproche no sirven de gran cosa?¿Cual es la consecuencia social de vivir en un Estado rebasado por el crimen, donde el Estado lo genera o en el mejor de los casos se hace de la vista gorda?

¿No son los impulsos mas primarios los que hacen que tiranos inicien guerras, promuevan odio, destruyan sociedades? ¿Cuál es la fuerza de conveniencia para que hoy "los malos" se líen y adquieran preponderancia?.. 

Vivimos dos planos, la de nuestras fantasías, en una válvula de escape que no genera angustia, y la realidad que nos rebasa. Quizá frente a la impotencia viene la impermeabilidad a la desgracia y la tragedia, como una construcción de zona cómoda que nos muestre la fachada de que no pasa nada, y todo estará bien. Aun los individuos nos convertimos en cifras que pierden su importancia  pues los datos son utilizados como ofensas o defensas. pero la realidad esta ahí.. 

¿Qué hacemos frente a la habituación de la violencia, frente a la perdida del valor a la vida?

El triunfo del mal se dará cuando el terror, el fusilamiento, los arrojados en carreteras, los quemados vivos,  las fosas llenas, el abuso de poder, la corrupción, las palabras vacías de tiranos, el usufructo de la pobreza, los niños acribillados, los enfermos y muertos por incompetencia, los secuestros, la indolencia, impunidad, ingobernabilidad deje de afectarnos. Cuando el mal se banalice y perdamos ubicuidad. 

Es urgente volver a darle su valor a las cosas, a la vida, a la salud, la convivencia. Tenemos que volver una practica cotidiana actos genuinos como la solidaridad, la bondad y el respeto, como un ejercicio que si no promovido por el Estado y los medios de comunicación, si como individuos, como en otros  momentos en la historia,  para con el tiempo la sociedad se restablezca y podamos vivir mas dignamente como seres humanos.. 






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