APUNTE DE LAS RELACIONES HUMANAS VI. DE LA PANDEMIA Y SUS CRISIS.






Al parecer la pandemia de coronavirus ha llevado las discusiones filosóficas a los hogares, y si no, debería hacerlo. No es que antes no se hablara de cuestionantes de la vida en que pensar, es parte de nuestra naturaleza consciente, pero en una sociedad tan inmersa en la vorágine de vida ha habido poco tiempo para pensar y mucho para llenarse de ruido, ese ha sido el modus vivendi de nuestras sociedades contemporáneas envueltas por el consumo. Así los temas clásicos como la muerte, la libertad, el miedo, el cuidado, el amor, la educación, el ocio, el trabajo, las formas de control político, el problema de la verdad o el lugar de las ciencias en la sociedad, forman hoy parte del interés de muchos.


¿Es necesario que se haya inmiscuido en nuestra historia una pandemia mundial televisada con millones de personas en cuarentena, que hoy arrastra miles de muertos, para que nos haga replantearnos la manera como llevamos la vida?...
Al menos vale la pena reflexionar, en lugar de pretender que no pasa nada tratando de regresar a una supuesta normalidad  inexistente. La normalidad la vivimos hoy, solo que cuesta aceptarla, o mejor dicho a pesar de los males, lo que muchos pensadores han sugerido en la historia de la humanidad, vivir el presente de la mejor manera.


En uno de los temas centrales de nuestra vida humana y de mi particular interés es donde me detengo,  el de las relaciones humanas. Y es que echar un vistazo al como esta pandemia ha afectado nuestra dinámica social y afectiva es trascendental pues afecta uno de los pilares motor a nuestras acciones y decisiones. Lo digo, mostrando a la pandemia como instrumento,  puesto que los responsables de no saber como enfrentar situaciones difíciles donde nos sentimos rebasados, que nos cambian nuestra rutina y esquemas preestablecidos,  que implican inteligencia y creatividad para establecer nuevas estructuras y formatos de comportamiento que nos permitan enfrentar una nueva circunstancia, somos nosotros, no la pandemia o las crisis en sí. Cada uno podrá verse al espejo y hacer una evaluación de su propia apertura, igualmente que lo hacemos a observar a otros o a las mismas administraciones públicas.

   

La pandemia vino a vomitar sobre la mesa nuestros vicios y virtudes, a desnudar las partes que no hemos bien trabajado en nosotros mismos, lo no bien construido, la fortaleza también, a hacer una especie de balance, y nos enfrenta a la muerte, a que todos estamos de paso, pero también que la crisis conduce a dos salidas posibles: la recaída o la curación. No hay tanta distancia entre aprender a morir y aprender a vivir.

   

Con este panorama han surgido nuevamente algunas preguntas con especial crudeza, mostrando todo tipo de contradicciones entre la economía y la medicina, entre la libertad y el control, entre contar la verdad y evitar el alarmismo, entre defender nuestro derecho de manifestación y limitar el contagio, y es que a nuestra sociedad contemporánea le cuesta poner cada concepto en su tiempo y lugar dejándonos en una especie de borrachera conceptual que nos permita seguir evadiendo la realidad haciéndonos sentir un poquito mas seguros en lo abstracto,  en una falsa seguridad como la de una mascota escondida bajo la cama en medio del tornado.

El no ser capaces de permanecer en una habitación, en nuestra propia casa, con nuestros seres queridos es una nota en post-it que debíamos de colgar en la puerta del refrigerador para meditar al respecto. Las redes sociales nos alertan de hasta qué punto nos hacemos gratuitamente como personas ociosas. La perspectiva de estar encerrado sin respuestas frente a la muerte, la pobreza,  la ignorancia, ha convenido para ser felices no pensar en ello. Huyendo de la realidad de  crisis, hoy no solo sanitaria sino de todas las demás áreas de la convivencia que como dominó van cayendo, hemos entrado en contradicción con la salud mental, o la buscamos de forma neurótica.


En momentos como estos, quizá encontremos la ocasión para re valorar nuestra manera de relacionarnos, de enfrentarnos los unos a los otros, de dar un valor importante al amor, aprender a amar, de permitir tocarnos de otras maneras que las físicas que nos ponen en riesgo, buscando la manera de poder compartirnos y compenetrarnos en las áreas que trascienden sobre cualquier crisis y que de normal les huimos. Atrevernos a tocarnos quizá hasta de manera mas profunda aun con la limitación de nuestros propio contacto del cuerpo. Y no sé, quizá hasta pensar en como implicarnos, aportar, y eso a lo que le llaman trascendencia con las personas que nos rodean. Estoy convencida de que al menos podemos intentar dejar mejores maneras de enfrentar la vida a quienes vienen detrás invitándolos a pensar y utilizar a bien su consciencia, y nosotros ser plenos.  

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