Tenía ganas de ver el mar...




Tenía muchas ganas de ver el mar.
Lo tengo tan cerca, pero desde que empezó la cuarentena solo lo veo a distancia. Andaba por ahí con otro propósito, y simplemente mis pies flotaron tras una inesperada necesidad de ir, a confirmar si el mar seguía en su lugar tal vez...

Estos días han estado raros, parece que rumea por aquí una de esas ideas que incitan en la mente de tomar decisiones importantes, de esas que te dejan perplejo, a replantearse rumbos, a pensar.  Y es que la cosa te cambia cuando la salud empieza a demeritarse, y la muerte parece que flirtea por aquí  y allá muy a sus anchas, entre otras cosas...
Me cuesta dormir últimamente, aun en la siesta,  y en la incertidumbre vuelvo a verme, necesitada de calma, de abrazos fuertes, de un todo va a salir bien.

Tenía muchas ganas de ver el mar,  el cielo estaba nublado. No vi pelícanos, ni pájaros negros, solo una pareja en esa barda que hace de  mirador donde las estrellas y la luna brillan de noche para los besos. Y los besos suenan tan lejanos que ha llegado un buscando la primavera... Miles de recuerdos de repente me llegan, y yo los espanto como moscas, no quiero sentir tanto, solo pensar, reflexionar...

Quería ver el mar y estuve ahí un tiempo, no mucho,  saque un par de fotos para compartir, eso de tratar de que otro vea lo que uno ve, y quizá le llegue algo de lo que a uno le significa, como las botellas verdes con versos que lanzamos al mar con las mismas aspiraciones de un pintor romántico y apasionado con su obra,  y me volví a casa. Mas calma.

Me gusta ver el mar, siempre tiene el mismo efecto, es el mejor escenario donde uno puede verse hacia adentro de manera muy profunda y salir diferente de ahí... es un recordatorio de lo pequeño que somos frente a la inmensidad de lo natural, y entonces todo tiene otro sentido...


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