Camino a casa
Camino a casa serpenteando en tierra verde, atravesando sierras de cielo gris que cual costillas me trasladan a la húmeda Galicia.
Vengo del semidesierto, de la piedra rosa y cielo azul, de nopaleras y tunas, tierra roja, encuentros y memorias.
Vuelvo a ver a personajes cada que voy, de esos que hablan siempre de la historia del lugar, que de quien es esa finca, que de quien es esa otra, de quien fue y que paso con los hijos. Quien se peleó con quien, quien fue amante de quien otro más, y en ese transcurso los múltiples cambios que los inmuebles sufren, es lo que importa cuando uno se vive enamorado de su lugar, es como leer a García Marquez o nadar en cinema paradiso, como cuidar cada parte del hilo y el tejido del vestido que se porta cuando ha sido elaborado por la abuela. Lo cierto es que en el pueblo veo casi las mismas caras de siempre a una hora con más plata en la cabeza y encogidos de cuerpo, los que éramos niños con sus niños y por las tardes un millar de jóvenes quienes lo transforman en un nuevo escenario y a mí en una extraña total.
Vamos andando de curva en curva como el cuerpo de una serpiente a reunirnos con Poseidon, al llanto que hace el cuerpo aun en día nublado, al drama del cielo en su tormenta, al olor a sal...
y a unos brazos que ya me esperan, de un fantasma al que hace ya tiempo me tope en Santo Domingo.
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