De regreso a Betanzos


Finalmente llegamos a Betanzos, en una madrugada larga y fresca y con el cuerpo adolorido y el alma un tanto agotada. Bajamos del taxi, subimos por el ascensor y abrimos la puerta de la casa, que nos recibio con un olor a soledad, humedad y madera. Estableciendo contacto con nuestras cosas, asomadita a la ventana con mi mundiño, esperando a lalo a que subiera las maletas acompañado de su eterna tos, me llego un alivio tan profundo que me ha dejado consternada por varios días.

Al día siguiente abri los ojos y los dirijo a la ventana, las persianas de las otras casas estan semiabiertas y la calle lena de gente. Salimos a hacer algunas compras y a distraer al pequeño y esque mientras caminamos y andamos por la calle, estoy tan fresca, tan relajada lejos de toda la dinámica de discordia e hipersensibilidades que no nos corresponden y esa sensacion de adorar a una tierra tan rejega, tan caotica que no se deja querer, que no se cree tan potente como la veo, por quien hemos decidido vivir y luchar.
Aqui entre estos ventanales blancos, la piedra y la humedad, la constante tos de lalo que ahora va disminuyendo, estoy contenta, estoy en paz.

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