Del enamoramiento de una noche en la platea.



Estaba sentada en la platea del teatro con mi arlequín, mirando hacia el balcón del primer piso donde se había quedado mi saltimbanqui mientras la orquesta tocaba.  Cuando terminó el primer tiempo con Silvestre Revueltas, un técnico salió al escenario para preparar el piano de cola que había estado cerrado; cuidadosamente lo abrió y lo acomodo de tal manera que el pianista solo pudiese llegar a tocar, ese acto fue suficiente para emocionar al saltimbanqui que miraba con extrema atención la escena recargado en el muro del palco. El pianista hace su aparición y el concierto para piano y orquesta no. 5 de Beethoven inicia. Las mariposas revoloteaban por todo el teatro, viajaban con entusiasmo desde mi butaca hasta el balcón todas perfumadas, el teatro todo vibraba como mi corazón mientras mis dedos no paraban de moverse con mi desesperado arlequín, y él desde su butaca me miraba de vez en vez correspondiendo mis caricias y asombro… como el jueves de océano de luna amarilla y espuma fluorescente, o las caminatas por Madrid, como el enamoramiento o la ilusión, como la contemplación de lo natural, como las risas de un niño, es un deleite y me quedo embriagada de amor en esta noche fresca de mi pueblo rosado.

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