confrontación
Cuando nos vamos haciendo adultos
nos vamos haciendo también un poco de cartón, creemos que tenemos tanto que
aparentar, que demostrar que vamos olvidando como jugar, sin pensar en más que
en jugar, como lo hacen los niños. Tememos tanto que muchas de nuestras decisiones
en la vida están influenciadas en amplia proporción por todo tipo de temores,
miedo a exponerse y mostrarse
vulnerables, miedo al abandono, al rechazo, a la pérdida de control, a la
responsabilidad, miedo a los impulsos, a las valoraciones de los otros, a la crítica,
a ser absorbido, a perder nuestra independencia, al fracaso, a la muerte, a sí
mismo, en fin…
El miedo parece que nos miente,
no es más que una emoción cargada de ansiedad por la sensación de un posible
futuro imaginario, ya sea objetivo o no, pero no es real. El
miedo es virtual, es una idea fantasiosa que existe solo en nuestra mente de
algo que creemos que va a suceder y lo damos por hecho, de un futuro
inexistente, que además generalmente no
ocurre.
Desde muy joven conversaba con
familiares y algunos amigos al respecto de estos temas, desde entonces me percate que
yo era de estas personas con una gran necesidad de expresarme y de establecer
cercanías, siempre me derretían este tipo de relaciones, y lo platicaba
abiertamente, pero la respuesta de mis interlocutores era diferente, me decían
lo mucho que le temían a lo que yo deseaba tanto. Con el tiempo descubro que las
cercanías son extremadamente atractivas y emocionantes, pero muy escasas, la gran fascinación
radica en la posibilidad de adentrarnos entre humanos en este tejido de
historias compartidas, en estas líneas de vidas que se entrecruzan casi por
casualidad y nos alimentan el espíritu.
No tenemos capacidad de no temer, entre otras limitaciones,
es parte de nuestro ser humanos, pero si podemos confrontar el miedo, y vivir,
y construir los capítulos de nuestras historias, pues no tenemos todo el tiempo,
solo un poco, solo hoy.
Comentarios